Paramos delante de una puerta metálica que guarda héctares de dehesa española. Al otro lado de la calle de arena, las parabólicas gigantes de Telefonica sirven como los únicos recuerdos de civilización.
<<Esto es,>> Alberto nos dice. <<This is the place.>>
La casa de campo de la familia de Marta y María es algo de otra epoca. Imáginate una finca española del siglo XIX como ves en las películas. Yo no tengo que imaginar — estoy allí. Espalderas de parra y 15 macetas con flores de todos tipos en el patio. La casa tiene paredes de rojo moreno, con pintura de azul del cielo rodeando las ventanas y la puerta principal, que tiene una obra en el estilo andaluz — la Virgen de la Macarena. Tienen una virgen y un santo por casi cualquier cosa en este país, incluso “La Macarena.” Álvaro, el novio de Marta y uno de mis mejores amigos, me dice que necesitaría andar por 30 minutos para cruzar toda la finca. María y su novio, Ismael, están montando caballos. Las vacas van a volver de la dehesa en más o menos una hora. El perro de nuestro amigo David, que se llama Conan, nos grita <<¡Bienvenidos!>> del patio.
Entrando en la casa, choco con una pared de calor. Olvídate de tu parrilla americana moderna: Están quemando leño recién cortado en un horno antiguo. Cantidades grandes de tipos variados de carne cubren las mesas de la cocina. Eugenio, el hombre que cuida y guarda la finca y que parece alguien de una foto de la Gran Depresión, está ayudando a David con el fuego. No van a empezar cocinar hasta que la madera se convierta en ceniza.
Mientras esperamos la cena, saco mis guantes de beisbol y enseño a los españoles un poco del pasatiempo nacional mío. Por cierto, casí es el 4 de julio, que es nuestro Día de la Independencia. Practicamos las técnicas para lanzar y coger la pelota, y Álvaro las aprende rápido. Nuestro amigo Choches … pues, no tanto. No puedes lanzar un beisbol como una bola de cañon. Tampoco puedes tragar una, aunque Conan el Barbaro Canino está intentando. Literalmente necesitamos un palanqueta para quitar la pelota de su boca. ¡Qué pena que olvidé mi palanqueta en casa hoy!
Después del beisbol, Álvaro me echa mi primera copa de sangría. Casera. Con muchos trozos de fruta verdadera.
<<He añadido ron,>> me dice, que más o menos significa en inglés: <<Be careful.>>
Durante la noche, vamos a vacillar el cuenco de sangría tres veces. Y sólo entonces sacaremos el licór para empezar a beber en serio.
Tras volver de montar caballos, María me enseña la casa. Realmente es muy moderna, pero su madre la ha disfrasado como antigua. María me enseña las planchas, las campanas para las vacas, las calientacamas y las jarras de porcelina del siglo XIX que su madre ha collecionado durante años para crear el efecto. Tambien me enseña las cuadras que pintó su madre, las cuales mostran los toros de la familia. María me dice que los toros hacen mucho más que ser los antagonistas de las corridas de toros — en una finca como ésta, sirven una funcción vital: reproducción. Esto me inspira a preguntar si tocan David Bisbal o Julio Iglesias para poner los toros cachondos.
El sol atardece, y la prima de Marta y María llega con sus amigos. David declara que el fuego está listo, y la barbacoa comienza. Él y Álvaro nos echa de la cocina, y vamos al patio atrás que tiene una vista perfecta de la dehesa. María me cuenta que la madera que utilizaron para construir el techo viene de un palacio de Toledo. Le digo que la madera que utilizaron para construir mi casa en Nueva Jersey probablemente viene de Ikea. Cerramos las cortinas para parar el viento, y todo el mundo coge bebidas y asientos. Conversación, risas y sonrizas.
Pronto, el primer plato sale. Chorizo y pancetta, que es como el beicon, pero con más grasa, si puedes imaginarlo. Desde luego que no es algo muy Kosher … pero ¡jo, qué sabor! Enseguida salen hamburguesas, salchichas y otro corte de cerdo que nunca he probado, alitas de pollo, tortilla con chorizo, y una lasagna española. Tambien pan artesano y las mejores aceitunas que puedes encontrar. Todo el mundo ignora la pobre ensalada.
Más conversación, risas y sonrizas. Los españoles han creado una arte de hablar con sinceridad y interés sobre cosas no importantes — lo juro. No es lo que les dicen que importa, sino lo que sienten. Nadie se atreve sacar su movíl. ¿Quién necesita Facebook cuando hay sangría? Hablamos sobre todo y nada, que en realidad son lo mismo, cuando lo piensas. Yo soy el único extranjero aquí, pero me tratan como familia, burlandome sin clemencia por mis errores de pronunciación.
Cuando nadie puede comer más, la cena termina. En la cocina, grabo un vídeo de Álvaro y Choches bailando como idiotas a <<I Feel Good>> por James Brown. Enseño dicho vídeo a todo el mundo en el patio. Parece que eso no ha sido verguenza bastante, porque Álvaro y Choches se visten en vestidos y tacónes y estrenan sus nuevos estilos afuera. Marta les informa que esas son camisas, no vestidos. Choches parece Luisma en Aida cuando se pone la ropa de Paz. Álvaro parece un perro San Bernardo en un jersey diseñado por un caniche.
<<¿Qué han apostado?>> pregunto.
Marta sonrie. <<¿Apuesta? ¿Qué apuesta?>>
¡Cómo voy a echar de menos esta gente!
La prima de Marta y María y sus amigos salen, y preparamos para uno de nuestros partidos costumarios de poker. Álvaro me saca a un lado y pone su mano en mi ombro. <<Samu,>> me dice, <<¿estás agusto?>>
Quiere saber si estoy cómodo. Si estoy pasandolo bien. Si me encuentro como en casa.
Solamente puedo levantar mis brazos, sonriendo. <<Tio,>> le digo, <<ésta es la vida. La gente reuniendo, pasando el tiempo juntos, disfrutando de la companía de otros ser humanos — esto, para mí, es lo mejor de la civilización.>>
Álvaro sonrie y me da uno de sus abrazos de oso. Ambos nosotros hemos dado cuenta que no nos quedan muchos de estos momentos. En menos que un mes, salgo de España. Menos que un mes con mi familia española. He estado con ellos durante dos años — dos años increíbles — y este verano, se acabará.
Me acuerdo de cuando, unas semanas pasadas, dije a Álvaro que me iba a ir, y una nube oscura pasó sobre su cara que normalmente refleja el sol. <<Porque estoy acostumbrado a verte tanto,>> me dijo, <<olvido que esto no es tu país, y no estás aquí para siempre. Olvido que esto no es tu casa.>>
A veces, olvido tambien. Es algo que estoy intentando evitar de mi mente para ahora; mi salida llegará en su propio momento, y entre medias, hay cosas maravillosas para disfrutar. Como escribió Robert J. Hastings: <<Tenemo que vivir la vida mientras hacemos nuestro camino. La estación vendrá bastante pronto.>>
Marta llama a Álvaro, y salgo fuera del patio. Veo la belleza natural en todas direcciónes, interrumpida solamente por los satelitos Telefonica en la distancia. Aquí, las estrellas brillan tanto que hacen daño a tus ojos. La Ursa Mayor parece lista para servir una ración grande de sopa casera. Respirando profunadamente, huelo el aire del campo y escucho al sonido del viento sobre las ojas.
<<Samu,>> me llaman, <<¡poker!>>
Entro en el patio, y todos están sentados en la mesa. Conversación, risas y sonrizas.
<<I love you guys,>> les digo.
<<Os quiero.>>
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